Por Carlos Reyes.
Fundador del Plectrodedo
La experiencia Tiempo.
Percepción: velocidad en el tiempo.
Percepción.
Si el ser humano precisara de una hora para construir su realidad presente (su ahora), sería exactamente de una hora.
Pero esa realidad puede cambiar por ejemplo para una hormiga, que posee un préseme más reducido y elemental que el nuestro.
Si le diéramos pan a una hormiga, este acto sería presente para nosotros y un hipotético futuro para ella.
A nivel del inconsciente, el hombre sitúa su futuro en un constante ahora.
Visto de otro modo; la creación de nuestra realidad, la cotidiana, necesita del orden de 50 milisegundos para que el cerebro traduzca lo que estamos percibiendo, principalmente a través del sentido de la vista, y tarda un poco más respecto a otros sentidos al traducir esa realidad.
Un segundo, es el tiempo necesario para que un corazón humano (sano), lleve a cabo un latido.
Una décima de segundo, el tiempo que el colibrí (uno de los símbolos del Plectrodedo) , utiliza para batir sus alas un total de 7 veces… el típico abrir y cerrar de ojos.
Una mosca en cambio, bate sus alas una vez cada tres milésimas de segundos.
La abeja, cada cinco.
Un rayo de luz, que viaja a razón de 300.000 Kilómetros por segundo, recorre 300 metros en un microsegundo, es decir, una millonésima de segundo.
Una vez consumida la mecha, el tiempo que requiere un cartucho de dinamita en hacer explosión es de 24 microsegundos.
Un microprocesador (nuestra computadora personal), requiere de uno a cuatro Nanosegundos (millardécimas de un segundo) en ejecutar una operación sencilla, como la suma de dos números. (Información obtenida de National Geographic).
Así es, se puede calcular todo cuanto se escapa a nuestra realidad percibida... Pero debemos saber cómo.
El famoso astrofísico Carl Sagán, quien participó en el lanzamiento de la cápsula Voyager 1. Dijo sobre las frecuencias convertidas en sonido a razón del plasma estelar que se condensa en el vacío y que nos ha permitido escuchar (entre otras cosas), el sonido proveniente de los planetas: "No es que en el vacío no exista el sonido, es que no sabíamos cómo escucharlo".
Una breve anécdota:
En el año 2001, el maestro Iván Adler invitó a sus cercanos colaboradores a fijar las bases de un concurso nacional de mandolina.
Los primeros en llegar a su casa, fuimos: el maestro Eleazar Longart (Director de la Estudiantina Universitaria de los Andes y actual Director de la Orquesta Típica de Mérida- Venezuela) y, mi persona.
Mientras esperábamos al resto de maestros invitados (siendo yo el repertorista oficial), Iván colocó un álbum discográfico (que acaba de comprar), de una mandolinista alemana; al cabo de un rato, inició un breve debate sobre lo que la mandolinista hacía en la grabación (en un pasaje de una obra determinada), y lo que ellos como mandolinistas solían hacer.
Escuché con atención la discusión, hasta que (para mí sorpresa) ambos empezaron a hablar en clave; ambos (Eleazar e Iván), estaban a dúo diciendo: abajo, arriba, abajo, abajo, arriba, arriba… Ante la extraña plegaria pregunté (con cierta burla), si le hacían alguna especie de brujería a la mandolinista, a lo que Eleazar extendió con otra pregunta a Iván: “¿Carlos aún no logra escuchar cuando el ataque de la púa se hace en una dirección determinada?”. En efecto, eran los acentos y los golpes de púa lo que ellos distinguían en aquello que la artista hacía distinto.
Al rato y al comprender, al abrir mi mente, éramos los tres haciendo aquel extraño “rezo”: abajo, arriba, abajo, abajo, arriba, arriba… Se trata de la realidad percibida.
Es difícil para muchos guitarristas captar ciertas velocidades, les parece algo imposible porque su realidad, su percepción mental aún no ha calado a esa posibilidad.
Los guitarristas (los clásicos en especial), debido a que nuestra mayor práctica formativa se centra en el desarrollo de un repertorio polifónico, no estamos generando por mucho, el mismo caudal de velocidades que es regular para instrumentistas de las cuerdas frotadas, o de los vientos madera (respecto al trabajo de escalas), dadas las condiciones propias de sus instrumentos en el quehacer melódico.
Cuando iniciamos en la guitarra, escuchamos a muchos maestros del instrumento, y uno de los que más nos sorprende es Francisco Sánchez (Paco de Lucía), que al lanzar su metralla de notas nos deja en estado de shock, por lo que solo somos conscientes al principio de abrir la boca y exclamar un “¡Wow!”
Luego, nuestro cerebro empieza a luchar entre lo que comprendemos como "Escuela clásica" y el sonido que se produce en la "Escuela flamenca".
En este sentido, la Escuela del Plectrodedo es un equilibrio entre ambas; porque enfocamos la velocidad sin perder la noción polifónica o contrapuntística, tal cual se hace en las grandes obras para el piano.
A medida progresamos en el instrumento, nos damos cuenta que hay registros de esa velocidad “irracional” en principio, que nos son alcanzables, y que podemos reproducir en cierta medida, pero lo más importante, es que poco a poco, nuestra percepción de la velocidad se abre y nos hacemos conscientes de cuáles son las notas que un maestro como Paco de Lucía, ha lanzado en su metralla.
El logro de la velocidad inicia en nuestra percepción.
En otras palabras, cuando nos hacemos conscientes del “patrón velocidad”, esa nueva realidad se fija en nuestro cerebro y captamos con facilidad aquello que para el resto pasa desapercibido, el dibujo melódico toma forma celular y somos prácticamente capaces de ejecutar o reproducir esa realidad mental al plano físico.
En el plano físico actúa la Propiocepción.
Los consejos regulares entre músicos al encontrar pasajes de cierto virtuosismo son:
1. “Afloja los dedos”.
2. “Estudia lento para tocar rápido”.
Aunque ambos consejos son buenos, no aplican al mismo tema.
De los dos, el apropiado al tema: “velocidad”, sería el primero: “Afloja los dedos”, y esto supone que la realidad mental del guitarrista da para comprender el funcionamiento técnico que requieren sus músculos, tendones y huesos en el quehacer correspondiente.
En el caso del segundo consejo: “Estudia lento para tocar rápido”, aplica más al tema de la “fluidez”, que no necesariamente tiene que ver con la velocidad como propósito.
Fundamentos de los velocistas.
Si nos vamos a una práctica deportiva que requiera de agilidad, velocidad y precisión como promedio de superación atlética, el desempeño de ejercicios físicos se diferencia entre:
1. Agilidad= Fluidez
2 Velocidad= Rapidez.
Estudiar lento para tocar rápido nos graba el mapa mental: Engrama cinético; la velocidad en cambio, inicia en la percepción de esta como estado mental y alerta para la respuesta: Acción- Reacción.
En siguientes Artículos:
1. La velocidad sugerida y la velocidad adquirida.
2. Trabajo en el metrónomo. Diferentes ejercicios.
3. Los derivados. ¿Qué debemos practicar para ser veloces?
4. Plectrodedo. Una Escuela para velocistas.
5. Potencia de sonido en alto rendimiento y velocidad.
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